viernes, 21 de febrero de 2014

Indiferencia encuentra a consciencia



No serían más de ocho.
Caminaba serena, con gesto altivo, contemplando el lento devenir de la muertas, o el rápido y certero porvenir de las cosas que pronto lo estarían. Es natural.
El día dio paso a la noche, clara. Sosegada, calmada, solitaria, terrorífica. Natural.
                                               
                                                                      ***
El pozo era profundo y rematadamente oscuro. De su interior brotaba un llanto infantil. Pensó en huir, dejarlo estar y echar a correr. Lo olvidaría, no pensaría en ello nunca más.
No obstante descendió, impulsada podios sabe que ponzoñosa locura al rescate la criatura. Tendió sus brazos y la cargó en los hombros.
Era terriblemente fea, su cara cadavérica se contorsionaba en horribles muecas de dolor. Sus ojos negros la miraban desafiantes, dos cuencas encendidas y rabiosas que seguían sus movimientos mientras el túnel de su boca no paraba de emitir escalofriantes alaridos. La cogió de su deforme mano, y siguieron andando.
Vino el sol a paliar su infierno. Pero ella seguía gritando. Lo hacía con tanta fuerza e intensidad que le rompió los tímpanos y le desgarró las entrañas. La consoló, abrazó, besó, grito y golpeo.
Nada parecía calmarla.
Finalmente, la dejo bajo la cómoda sombra de un sauce, y se puso a cavar.
                                                           
                                                                      ***
Cuando la arrojo por el improvisado abismo, cayó en la cuenta de que ya se había desecho de ella una vez y lo había hecho olvidar. Esa es su especialidad. Como es natural.

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